La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

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15 de noviembre de 2025

Programa del Partido Sindicalista inspirado por Ángel Pestaña

La proclamación de la Segunda República española tras el colapso de la monarquía de Alfonso XIII, proceso en el que la CNT tuvo un papel innegable, abrió un nuevo tiempo no solo en la política, sino también en todos los aspectos de la vida del país. La actitud que los anarquistas en general, y la CNT en particular, debían de adoptar frente al nuevo régimen provocó agudos enfrentamientos teóricos, sobre todo cuando la realidad republicana desencantó a amplias capas de la clase trabajadora. El proyecto de Ángel Pestaña fue, en principio, validado por la CNT en su Congreso de 1931, pero muy pronto dejó de ser apoyado por unas bases que, sin el recurso a la supuesta tiranía de la FAI, esperaban mucho más del nuevo gobierno republicano. El manifiesto de los Treinta, hizo pública la ruptura y dio paso a la fundación del Partido Sindicalista que, lejos de lo esperado, descubrió el carácter minoritario de sus propuestas y, en ocasiones, fue utilizado por republicanos y socialistas como fallido banderín de enganche de la militancia cenetista, en abierta ruptura con el gobierno.


PROGRAMA DEL PARTIDO SINDICALISTA INSPIRADO POR EL CAMARADA ÁNGEL PESTAÑA
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
El fracaso de la economía, de la política y de la democracia burguesa es un hecho tan evidente que no puede negarse ya. Pero mencionar este fracaso sin señalar alguna de las causas que lo han provocado es insuficiente, y a nadie satisface, ni aun a los menos exigentes en materia de transformación social. Por lo tanto, apuntemos aquellas que consideramos fundamentales, puesto que al señalarlas encontraremos más libre y expedito el camino de las soluciones que nos proponemos indicar.
El régimen burgués ha fracasado porque no ha sabido resolver la enorme contradicción que resulta de que cuantas más riquezas se crean multiplicando en cantidades verdaderamente maravillosas los productos que han de satisfacer las necesidades todas de los seres humanos, no solo no pueden satisfacerlas, sino todo lo contrario; puesto que el malestar y la miseria aumentan en la misma proporción, en proporción mayor si cabe, a como aumentan los medios que permitirían satisfacer esas necesidades, haciendo que la vida fuese más digna y más humana que lo es hasta el presente.
Y ha fracasado también, porque a medida que afirmaba la potencia política del Estado, rodeándolo de organismos e instituciones que lo hacían poco menos que invencible, al hombre le señalaban la ruta del individualismo económico y del individualismo político, sin precaver que la dualidad del sistema que creaba, provocaría una formidable lucha de intereses, tan formidable y enconada que solo a través de dificultades sin cuento la puede el hombre entrever y concebir. Y no es solo esto: sino que, reducida al mínimo la personalidad del individuo, se establecía un desequilibrio tan peligroso para la estabilidad social que sin detenernos a señalarlo en sus pormenores y detalles, todo los conocemos porque sus consecuencias se manifiestan a diario. Por estas razones, el fracaso de la democracia y de la economía burguesa, es el fracaso del concepto de Estado liberal y burgués y de la economía individual, que es su consecuencia más impresionante y destacada.
Y si la realidad del mundo es esta, España no puede ser una excepción. Y no puede serlo porque, encuadrada su estructura política en las normas jurídicas que estableció la revolución francesa, aunque para conseguirlo necesitara destruir valores vitales indígenas, como el Municipio en lo político y los bienes comunales y otros en lo económico, el principio liberal y burgués se impuso a nuestro país por las influencias de las ideas predominantes en todos los países de tipo constitucional.
No es aquí lugar apropiado para discernir si pudo o debió hacerse de otro modo. Pero sí es el de decir que cuando el Estado liberal y burgués ha fracasado en el mundo entero, y cada país busca el medio de salir de la crisis económica y política a que esa forma de organización los ha llevado, es natural que el pueblo español haga otro tanto, buscando solución a la crisis interna que agota al país, llevándolo a la ruina irremisible. Para ello hace falta que la clase trabajadora industrial y campesina, los técnicos y los intelectuales, los hombres de ciencia y los hombres del saber, todo, en fin, lo que en el trabajo y la producción sea vital, vean si con su propio esfuerzo, poniendo en marcha la enorme cantidad de reservas que la economía del suelo y del subsuelo español encierran, y vitalizando sus organismos económicos y políticos son capaces de superar esa crisis avanzando resueltamente hacia una era de transformación social tan profunda como renovadora.
Aparte esto último, afirmamos que la realidad presente exige y quiere soluciones; pero soluciones claras, concretas y tajantes. ¿Las traemos nosotros? Posiblemente, sí ¿Cuáles son estas?
La solución que trae el Partido Sindicalista puede condensarse en muy pocas palabras. Se resume así: No se encontrará solución adecuada a ningún problema político, sino se resuelven al mismo tiempo los problemas económicos mediante una mejor organización en la producción y en la distribución de las riquezas y la toma del Poder económico y del Poder político por las clases productoras. En consecuencia, lo primero que hace falta es imprimir nueva dirección a la economía. Y como la actual es una economía de tipo individualista, y ha fracasado, ha de irse hacia una economía de tipo colectivo, en la que el esfuerzo de cada hombre, unido al esfuerzo de los demás en la fuente misma de la producción, enriquezca a la colectividad y al individuo simultáneamente, como natural y obligada resultante.
Consecuentes con este propósito, trabajaremos porque se establezca una economía colectiva, pues orientada la actividad de los individuos hacia una economía de este tipo, lo político y lo social, que dependen fundamental y absolutamente de lo económico, tomarán esta misma dirección, ya que sería inconcebible una política de tipo individualista en un país de economía colectiva.
¿Cuáles serán, pues, las instituciones y organismos sobre los que el Partido Sindicalista cree necesario afianzar esa organización social futura, una vez hayan triunfado las clases productoras y destruido el Estado y el capitalismo burgués? Sobre tres exclusivamente: los Sindicatos, que tomarán a su cargo la organización de la producción; las Cooperativas, que se encargarán de la distribución, y los Municipios que serán el órgano de la expresión política de la transformación social a que aspira el sindicalismo. En consecuencia, pues, el Partido Sindicalista impulsará la organización sindical, la organización cooperatista y la organización municipal. Sin embargo, como norma de conducta inmediata hasta llegar a la transformación social, en relación a los Sindicatos especialmente, aunque impulse su creación y exija a los componentes del Partido que sean sindicados en el Sindicato de su oficio, profesión o ramo, respetará e impondrá en todo momento la autonomía sindical, no inmiscuyéndose para nada en el funcionamiento de los Sindicatos ni en las decisiones que tomen. Sin embargo, en casos concretos y precisos, los Sindicatos y el Partido Sindicalista podrán pactar una acción común para la consecución de un objetivo determinado e inmediato. Aparte estas alianzas circunstanciales, las actividades del Partido Sindicalista y las de los Sindicatos se desarrollarán independientes las unas de las otras.
Además de los organismos citados, como síntesis de las funciones que les son peculiares y comunes a cada uno de ellos, se constituirá un organismo nacional que tiene las funciones indispensables a la relación que ha de existir entre las actividades de la vida total del país, organismo que hoy se llama Estado y que nosotros podremos llamar igual o bien llamarle Confederación de Municipios Españoles. Pues el nombre no hace al caso. Lo que importa es la esencia, y la esencia cambia desde el momento en que el Partido Sindicalista quiere reivindicar para el TRABAJO, para las actividades científica, artística, cultural, literaria y profesional, la dirección de la Sociedad, la gobernación del País, la orientación de la cosa Pública, la organización de la Economía. Esto queremos y esto nos proponemos realizar. ¿Cómo?
ECONOMÍA
En economía agrícola vamos a la supresión del latifundio y del minifundio. Pero no para repartir las tierras en parcelas individuales que la atomizan sin ventajas para la economía en general, sino para dedicarla a la explotación colectiva.
Las tierras expropiadas pasarán a ser propiedad de los Municipios o del Estado o Confederación de Municipios, los cuales las entregará en arriendo para su cultivo a los Sindicatos o a grupos de campesinos que lo soliciten. Como período de transición, podrá respetarse la propiedad individual; pero la extensión de esta no será mayor que la que el individuo y los familiares que vivan en su mismo domicilio puedan trabajar. Esta propiedad, que más que propiedad será usufructo, no podrá venderse ni enajenarse. Y cuando se mantenga inculta o se abandone, tanto en uno como en otro caso, podrán los Municipios expropiarlas sin indemnización alguna, pasando esas tierras a formar parte de los bienes comunales.
En economía industrial vamos a que en todas sus manifestaciones, fábricas, talleres, oficinas, sin excepción de ninguna forma de producción, sean los Sindicatos los que la tengan a su cargo. En ellos, unido el obrero manual y el técnico, de común acuerdo con los organismos de orientación económica que se constituyan, suplantarán ventajosamente a la organización industrial de tipo individualista.
La distribución de los productos seguirá el mismo procedimiento que sigue la producción. Las Cooperativas y los Sindicatos de Dependientes se encargarán de sustituir a las formas comerciales del régimen capitalista.
SINDICACIÓN
Toda actividad productora, sea de la clase que sea, técnica, intelectual, científica, artística o literaria, se encuadrará en el Sindicato respectivo, en organizaciones o corporaciones profesionales. Estos organismos, reunidos entre sí, agrupados por afinidad profesional o técnica, serán los encargados de ejecutar los planes económicos que de común acuerdo hayan establecido. Ante la colectividad, serán cada uno de por sí los responsables de la parte de actividad que les corresponda. Cabe señalar que tanto en el orden artístico y científico, como en el manual y técnico, habrá aspectos de estas actividades que quedarán al margen de cualquier forma de organización sindical o profesional, sin más reglas que las que establezcan los que a ellas consagren sus preferencias.
POLÍTICA
La organización política a que aspira el Partido Sindicalista empieza en el Municipio, asciende a la Región y termina en el organismo superior que como queda señalado más arriba será el Estado o Confederación de Municipios.
Los municipios gozarán de plena autonomía en los aspectos económicos y administrativos, que es lo fundamental de su existencia. Las Comarcas y las Regiones se formarán por la libre y voluntaria agrupación de los Municipios, que unas veces obedecerá a razones económicas y otras a situaciones geográficas o de orden diferente; pero en todo momento serán ellos quienes lo determinen.
Del organismo central, Confederación de Municipios o como quiera llamársele, dependerán todos aquellos servicios que tengan carácter nacional. La clasificación de los cuáles son estos servicios, así como la forma en que han de prestarse, lo aconsejarán las propias necesidades y lo establecerán los Sindicatos y organizaciones que los representen.
Para establecer la legislación y las normas de convivencia social apropiadas, tanto en lo económico como en lo político, lo que hoy se llama Cámara Legislativa o Parlamento Nacional, se transformará en Cámara del Trabajo, a la que solo tendrán acceso delegados de los Sindicatos, de las Cooperativas, de las Corporaciones Profesionales y de los Municipios.
La Cámara del Trabajo tendrá carácter nacional. Pero habrá también Cámaras regionales. Estas Cámaras regionales, de acuerdo con los sindicatos y demás organismos de la producción, elaborarán los planes económicos que necesite cada región. Y la nacional elaborará, con los informes de las Cámaras regionales, el plan general de la economía del país.
Los miembros de estas Cámaras serán nombrados en asambleas de Sindicatos, de Corporaciones profesionales, de Cooperativas y de Municipios.
La Cámara nacional del Trabajo, al igual que las Cámaras regionales, no solo tendrán a su cargo elaborar los proyectos económicos, sino que además serán las encargadas de velar porque se ejecuten una vez haya sido acordada su aplicación.
Como Programa mínimo de relaciones inmediatas, el Partido Sindicalista considerará como tal programa los acuerdos que se tomen en cada Congreso nacional que se celebre.
Constituido a base de una amplia democracia en la discusión de sus orientaciones doctrinales, orgánicamente aplicará una estricta disciplina en la acción a desarrollar por sus organizaciones e individuos.
El Partido Sindicalista rechaza todo principio dictatorial, pero defenderá sus ideas en todos los terrenos; y cuando triunfen por el número, la fuerza y la actividad de sus componentes y simpatizantes, las aplicará sin atenuantes.
El Partido Sindicalista exigirá a todos sus miembros, pero especial y particularmente a los que ostenten representación pública en organismos de elección popular y hasta en los del Partido, la honradez más severa y acrisolada. Toda falta en este sentido se castigará severamente llegándose a la expulsión cuando se aprecie que el caso es grave para la seriedad y buen nombre del Partido.
Al Partido Sindicalista solo podrán pertenecer aquellos individuos que presten su servicio útil a la Sociedad, ya sea en la ciencia, en el arte, en las letras, en la técnica o en los trabajos manuales. Como excepción, no obstante lo apuntado en el párrafo anterior, en las localidades donde sea preciso, podrán constituirse organizaciones de Amigos del Partido Sindicalista para agrupar a los que no pudiendo ser socios por no reunir las condiciones exigidas deseen colaborar con la realización de nuestro programa.
El Partido Sindicalista acepta la lucha electoral y política, no como un fin, sino como un medio para llegar cuanto antes a su finalidad objetiva; pues al aceptarla, sin olvidar la lucha en la calle ni la acción del pueblo mediante poderosos estados de opinión, cree que la aceptación por parte de los sindicalistas de este medio táctico de lucha, añadido a los que ha utilizado hasta hoy, debilitará más rápidamente las posiciones actuales que la burguesía y el capitalismo ocupan para el sostenimiento de sus privilegios de clase. Advirtiendo que, cuando se le cierren los caminos legales, optará por aquellos que crea más convenientes.
El Partido Sindicalista considerará a todos los españoles por igual y exigirá, por tanto, que todo hombre útil desempeñe una función, trabaje en algo práctico y necesario; que sea, por lo menos, el productor de lo equivalente a lo que consume. Con esto afirma el SINDICALISMO que el derecho a consumir, lleva implícitamente reconocido el deber de trabajar.
Barcelona, Marzo de 1934.

1 de octubre de 2025

El Manifiesto de los Treinta

Uno de los documentos más citados y menos reproducidos de la historia del anarquismo y del sindicalismo en España es el llamado Manifiesto de los Treinta, por el número de firmantes en su publicación en el diario L’Opinió del 30 de agosto de 1931. Desde posiciones ajenas al sindicalismo revolucionario, y desde las tendencias reformistas nacidas de él, se ha querido presentar este documento como la expresión del auténtico sindicalismo mayoritario frente a la imposición de una minoría anarquista representada por la Federación Anarquista Ibérica, obviando que muchos de los firmantes también se declaraban anarquistas y pertenecían a otros grupos ajenos a la FAI, que en el Congreso de la CNT de 1931 personajes como Ángel Pestaña o Juan Peiró habían sido ratificados casi por unanimidad para puestos de responsabilidad confederal, y que difícilmente podía una organización que nunca llegó a sumar 10.000 afiliados controlar a una central sindical con cientos de miles de adherentes que multiplicaba por 100 la base social faísta. Lo cierto es que desde 1929, con la firma del Manifiesto de inteligencia republicana, convivían en la CNT distintos proyectos para el día después de la proclamación de la nueva República y que el representado por Pestaña, Peiró y López no contó con el aval de la mayoría de los cenetistas, como se pudo comprobar cuando unos y otros, por separado, pudieron actuar libremente y medir sus fuerzas.


A LOS CAMARADAS, A LOS SINDICATOS, A TODOS.
Un superficial análisis de la situación por que atraviesa nuestro país nos llevará a declarar que España se halla en un momento de intensa propensión revolucionaria, del que van a derivarse profundas perturbaciones colectivas. No cabe lugar la trascendencia del momento ni los peligros de este periodo revolucionario, porque quiérase o no, la fuerza misma de los acontecimientos ha de llevarnos a todos a sufrir las consecuencias de la perturbación. El advenimiento de la República ha abierto un paréntesis en la Historia normal de nuestro país. Derrocada la Monarquía; expulsado el rey de su turno; proclamada la República por el concierto tácito de grupos, partidos, organizaciones e individuos que habían sufrido las acometidas de la Dictadura y del periodo represivo de Martínez Anido y de Arlegui, fácil será comprender que toda esta serie de acontecimientos habían de llevarnos a una situación nueva, a un estado de cosas distinto a lo que había sido hasta entonces la vida nacional durante los últimos cincuenta años, desde la Restauración acá. Pero si los hechos citados fueron el aglutinante que nos condujo a destruir una situación política y a tratar de inaugurar un periodo distinto al pasado, los hechos acaecidos después han venido a demostrar nuestro aserto de que España vive un momento verdaderamente revolucionario. Facilitada la huida del rey y la repatriación de toda la chusma dorada y de "sangre azul", una enorme exportación de capitales se ha operado y se ha empobrecido al país más aún de lo que estaba. A la huida de los plutócratas, banqueros, financieros y caballeros del cupón y del papel del estado siguió una especulación vergonzosa y descarada, que ha dado lugar a una formidable depreciación de la peseta y una desvalorización de la riqueza del país en un cincuenta por ciento.
A este ataque a los intereses económicos para producir el hambre y la miseria de la mayoría de los españoles siguió la conspiración velada, hipócrita, de todas las cogullas, de todos los asotanados, de todos los que por triunfar no tienen inconveniente en encender una vela a Dios y otra al diablo. El dominar, sojuzgar y vivir de la explotación de todo un pueblo al que se humilla es lo que se pone por encima de todo. Las consecuencias de esta confabulación de procedimientos criminales son una profunda e intensa paralización de los créditos públicos, y por tanto, un colapso en todas las industrias, que provoca una crisis espantosa, como quizá jamás se había conocido en nuestro país. Talleres que cierran, fábricas que despiden a sus obreros, obras que se paralizan o que ya no comienzan; disminución de pedidos en el comercio, falta de salida de los productos naturales; obreros que pasan semanas y semanas sin colocación; infinidad de industrias limitadas a dos o tres y muy pocas a cuatro días de trabajo. Los obreros que logran la semana entera de trabajo, que pueden acudir a la fábrica o al taller seis días, no exceden del treinta por ciento. El empobrecimiento del país es ya un hecho consumado y aceptado. Al lado de todas estas desventuras que el pueblo sufre, se nota la lenidad, el proceder excesivamente legalista del gobierno. Salidos todos los ministros de la revolución, la han negado apegándose a la legalidad como el molusco a la roca, y no dan muestras de energía sino en los casos en que de ametrallar al pueblo se trata. En nombre de la República, para defenderla, según ellos, se utiliza todo el aparato de represión del Estado y se derrama la sangre de los trabajadores cada día. Ya no es en esta o la otra población, es en todas donde el seco detonar de los máuseres ha segado vidas jóvenes y lozanas. Mientras tanto, el gobierno nada ha hecho ni nada hará en el aspecto económico. No ha expropiado a los grandes terratenientes, verdaderos ogros del campesino español; no ha reducido en un céntimo las ganancias de los especuladores de la cosa pública; no ha destruido ningún monopolio; no ha puesto coto a ningún abuso de los que explotan y medran con el hambre, el dolor y la miseria del pueblo. Se ha colocado en situación contemplativa cuando se ha tratado de mermar privilegios, de destruir injusticias, de evitar latrocinios tan infames como indignos. ¿Cómo extrañarnos, pues, de lo ocurrido? Por un lado altivez, especulación, zancadillas con la cosa pública, con los valores colectivos, con lo que pertenece al común, con los valores sociales. Por otro lado lenidad, tolerancia con los opresores, con los explotadores, con los victimarios del pueblo, mientras a éste se le encarcela y persigue, se le amenaza y extermina.
Y, como digno remate a esto, abajo el pueblo sufriendo, vegetando, pasando hambre y miseria, viendo como le escamotean la revolución que él ha hecho. En los cargos públicos, en los destinos judiciales, allí donde puede traicionarse la revolución, siguen aferrados los que llegaron por favor oficial del rey o por la influencia de los ministros. Esta situación después de haber destruido un régimen, demuestra que la revolución que ha dejado de hacerse deviene inevitable y necesaria. Todos lo reconocemos así. Los ministros, reconociendo la quiebra del régimen económico; la prensa, constatando la insatisfacción del pueblo, y éste revelándose contra los atropellos de que es víctima. Todo, pues, viene a confirmar la inminencia de determinaciones que el país había de tomar para, salvando la revolución, salvarse.
UNA INTERPRETACIÓN Siendo la situación de honda tragedia colectiva; queriendo el pueblo salir del dolor que le atormenta y mata, y no habiendo más que una posibilidad, la revolución, ¿cómo afrontarla? La historia nos dice que las revoluciones las han hecho siempre las minorías audaces que han impulsado al pueblo contra los poderes constituidos. ¿Basta que estas minorías quieran, que se lo propongan, para que en una situación semejante la destrucción del régimen imperante y de las fuerzas defensivas que lo sostienen sea un hecho? Veamos. Estas minorías, provistas de algunos elementos agresivos, en un buen día, o aprovechando una sorpresa, plantan cara a la fuerza pública, se enfrentan con ella y provocan el hecho violento que puede conducirnos a la revolución. Una preparación rudimentaria, unos cuantos elementos de choque para comenzar, y ya es suficiente. Fían el triunfo de la revolución al valor de unos cuantos individuos y a la problemática intervención de las multitudes que les secundarán cuando estén en la calle.
No hace falta prevenir nada, ni contar con nada, ni pensar más que en lanzarse a la calle para vencer a un mastodonte: el Estado. Pensar que éste tiene elementos de defensa formidables, que es difícil destruirle mientras que sus resortes de poder, su fuerza moral sobre el pueblo, su economía, su justicia, su crédito moral y económico no estén quebrantados por los latrocinios y torpezas, por la inmoralidad e incapacidad de sus dirigentes y por el debilitamiento de sus instituciones; pensar que mientras que esto no ocurra debe destruirse el Estado, es perder el tiempo, olvidar la historia y desconocer la propia psicología humana. Y esto se olvida, se está olvidando actualmente. Y por olvidarlo todo, se olvida hasta la propia moral revolucionaria. Todo se confía al azar, todo se espera de lo imprevisto, se cree en los milagros de la santa revolución, como si la revolución fuera alguna panacea y no un hecho doloroso y cruel que ha de forjar el hombre con el sufrimiento de su cuerpo y el dolor de su mente. Este concepto de la revolución, hijo de la más pura demagogia, patrocinado durante docenas de años por todos los partidos políticos que han intentado y logrado muchas veces asaltar el poder, tiene aunque parezca paradójico, defensores en nuestros medios y se ha reafirmado en determinados núcleos de militantes. Sin darse cuenta caen ellos en todos los vicios de la demagogia política, en vicios que nos llevarían a dar la revolución, si se hiciera en estas condiciones y se triunfase, al primer partido político que se presentase, o bien a gobernar nosotros, a tomar el poder para gobernar como si fuéramos un partido político cualquiera. ¿Podemos, debemos sumarnos nosotros, puede y debe sumarse la Confederación Nacional del Trabajo a esa concepción catastrófica de la revolución, del hecho, del gesto revolucionario?
NUESTRA INTERPRETACIÓN. Frente a este concepto simplista, clásico y un tanto peliculero, de la revolución, que actualmente nos llevaría a un fascismo republicano, con disfraz, de gorro frigio, pero fascismo al fin, se alza otro, el verdadero, el único de sentido práctico y comprensivo, el que puede llevarnos, el que nos llevará indefectiblemente a la consecución de nuestro objetivo final.
Quiere éste que la preparación no sea solamente de elementos agresivos, de combate, sino que se han de tener éstos y además elementos morales, que hoy son los más difíciles de vencer. No fía la revolución exclusivamente a la audacia de minorías más o menos audaces, sino que quiere que sea un movimiento arrollador del pueblo en masa, de la clase trabajadora caminando hacia su liberación definitiva, de los sindicatos y de la Confederación, determinando el hecho, el gesto y el momento preciso a la revolución. No cree que la revolución sea únicamente orden, método; esto ha de entrar por mucho en la preparación y en la revolución misma, pero dejando también lugar suficiente para la iniciativa individual, para el gesto y el hecho que corresponde al individuo. Frente al concepto caótico e incoherente de la revolución que tienen los primeros, se alza el ordenado, previsor y coherente de los segundos. Aquello es jugar al motín, a la algarada, a la revolución; es en realidad, retardar la verdadera revolución.
Es, pues, la diferencia bien apreciable. A poco que se medite se notarán las ventajas de uno u otro procedimiento. Que cada uno decida cuál de las dos interpretaciones adopta.
PALABRAS FINALES. Fácil será pensar a quien nos lea que no hemos escrito y firmado lo que antecede por placer, por el caprichoso deseo de que nuestros nombres aparezcan al pie de un escrito que tiene carácter público y que es doctrinal. Nuestra actitud está fijada, hemos adoptado una posición que apreciamos necesaria a los intereses de la Confederación y que se refleja en la segunda de las interpretaciones expuestas sobre la revolución.
Somos revolucionarios, sí; pero no cultivadores del mito de la revolución. Queremos que el Capitalismo y el Estado, sea rojo, blanco o negro, desaparezca; pero no para suplantarlo por otro, sino para que hecha la revolución económica por la clase obrera pueda ésta impedir la reinstauración de todo poder, fuera cual fuere su color. Queremos una revolución nacida de un hondo sentir del pueblo, como la que hoy se está forjando, y no una revolución que se nos ofrece, que pretenden traer unos cuantos individuos, que si a ella llegaran, llámese como quieran, fatalmente se convertirían en dictadores al día siguiente de su triunfo. Pero esto lo queremos y lo deseamos nosotros. ¿Lo quiere también así la mayoría de los militantes de la Organización? He aquí lo que interesa dilucidar, lo que hay que poner en claro cuanto antes. La Confederación es una organización revolucionaria, no una organización que cultive la algarada, el motín, que tenga el culto de la violencia por la violencia, de la revolución por la revolución. Considerándolo así, nosotros dirigimos nuestras palabras a los militantes todos, y les recordamos que la hora es grave, y señalamos la responsabilidad que cada uno va a contraer por su acción o por su omisión. Si hoy, mañana, pasado, cuando sea, se les invita a un movimiento revolucionario, no olviden que ellos se deben a la Confederación Nacional del Trabajo, a una organización que tiene el derecho de controlarse a sí misma, de vigilar sus propios movimientos, de actuar por propia iniciativa y de determinarse por propia voluntad. Que la Confederación ha de ser la que, siguiendo sus propios derroteros, debe decir cómo, cuándo y en qué circunstancias ha de obrar; que tiene personalidad y medios propios para hacer lo que deba hacer.
Que todos sientan la responsabilidad de este momento excepcional que todos vivimos. No olviden que así como el hecho revolucionario puede conducir al triunfo, y que cuando no se triunfa se ha de caer con dignidad, todo hecho esporádico de la revolución conduce a la reacción y al triunfo de las demagogias. Ahora que cada cual adopte la posición que mejor entienda. La nuestra ya la conocéis. Y firmes en este propósito la mantendremos en todo momento y lugar, aunque por mantenerla seamos arrollados por la corriente contraria.
Barcelona, agosto de 1931.
Juan López, Agustín Gibanel, Ricardo Fornells, José Girona, Daniel Navarro, Jesús Rodríguez, Antonio Valladriga, Ángel Pestaña, Miguel Portolés, Joaquín Roura, Joaquín Lorente, Progreso Alfarache, Antonio Peñarroya, Camilo Piñón, Joaquín Cortés, Isidoro Gabín, Pedro Massoni, Francisco Arín, José Cristiá, Juan Dinarés, Roldán Cortada, Sebastián Clará, Juan Peiró, Ramón Viñas, Federico Uleda, Pedro Cané, Mariano Prat, Espartaco Puig, Narciso Marcó, Jenaro Minguet.

1 de septiembre de 2025

Manifiesto de inteligencia republicana de 1930

En 1930 todos los españoles, al margen de su adscripción política, eran conscientes de que asistían al colapso de las instituciones de la Restauración, después de más de medio siglo de lento declive de un régimen que había sido incapaz de dar solución ni a los problemas nacionales del siglo XIX ni a los restos que planteaba el siglo XX. La Dictadura del general Miguel Primo de Rivera lejos de encauzar renovar la monarquía de Alfonso XIII había enajenado al rey casi todos los escasos apoyos con los que contaba en 1923. Todos los sectores ideológicos y todos los grupos sociales, y entre ellos los anarquistas, se proyectaban en un futuro esperanzador mientras los leales al rey aún soñaban con mantenerse al timón del país. En marzo de 1930 se redactó y firmó en Cataluña un Manifiesto de inteligencia republicana que rubricaron políticos y personalidades republicanas y nacionalistas de izquierdas que contó también con el apoyo explícito de algunos sindicalistas, sobre todo de la CNT (Martí Barrera, A. Borrás, Conrad Guardiola, J. Murtra, Juan Peiró y D. Trilles). Tras su publicación en L’Opinió del 2 de mayo de 1930 fue muy criticado entre la base centista y auguraba el conflicto que desembocó en el Manifiesto de los Treinta.


MANIFIESTO DE INTELIGENCIA REPUBLICANA
La actual descomposición del régimen, crudamente confesada por la figura de más alto prestigio entre las fuerzas conservadoras, plantea hoy a los hombres de izquierda, políticos y apolíticos, de Cataluña y de toda España, una cuestión de la máxima gravedad.
Nadie sabe todavía cómo se cerrará el período constituyente abierto con el golpe de Estado del 13 de septiembre. Pero la angustiosa incógnita que planea sobre el pueblo, ha trascendido ya a la conciencia internacional, y todos ven la absoluta impotencia de las medidas gubernamentales ante la catastrófica traducción del hecho en la progresiva depreciación de nuestra unidad monetaria.
He aquí el legado de la Dictadura: el desorden moral y el desguace económico, indisolublemente aparejados.
En el actual estado de cosas, todo los medios que se intenten poner en juego para prolongar la precaria supervivencia de aquello que todos saben condenado a desaparecer –como exponente de un grado de evolución política superado ya en el conjunto de los pueblos cultos- solo servirá para agravar la crisis, más aguda a cada hora que pasa, y para acrecentar los peligros del desenlace.
Solo hay un camino para incorporarnos a la normalidad: el restablecimiento del orden jurídico, con la consagración definitiva de la soberanía popular, y la exigencia de responsabilidades a sus conculcadores.
Los que no lo ven así, o no quieren verlo, basan su sofisticada argumentación asignando al pueblo una trágica incapacidad histórica y augurando todo tipo de convulsiones sangrientas y espantosas calamidades, como si pudiese haber ninguna peor que el envilecimiento colectivo y la lenta agonía de los resortes vitales del país.
Y bien, si no fuese suficiente el mismo hecho de la caída de la Dictadura, anunciada ayer como el presagio de un cataclismo y vivida después como el simple colapso de una ficción ridícula, nosotros, con la significación que nos es conocida, nos dirigimos a la opinión de todos los hombres de ideas honradas para desvanecer de una vez este agitado espantajo, esta pueril amenaza de próximos peligros imaginarios con que se pretende en vano encubrir el mayor peligro de la inestabilidad presente.
Ante la urgencia de definir las posiciones, por encima de los partidos y de las organizaciones –convencidos, sin embargo, de no ser desmentidos ni por los hechos ni por los hombres-, anteponemos hoy nuestra condición de ciudadanos a toda otra adjetivación específica y con plena conciencia del valor de nuestro compromiso, declaramos que estamos dispuestos a trabajar previamente para asegurar un orden político que, instaurado sobre la condición suprema de la justicia, impida definitivamente cualquier subversión de los poderes y lleve al país por las vías jurídicas indispensables para el progreso de los pueblos.
Este nuevo orden político, la República Federal, puede definirse sintéticamente con los siguientes puntos básicos:
I.- Separación de poderes.
II.- Reconocimiento a todos los ciudadanos de la igualdad de sus derechos individuales y sociales.
III.- Reconocimiento a los territorios federados, por su expresa voluntad colectiva, la plena libertad en el uso de su idioma y el desarrollo de su propia cultura.
IV.- Libertad de pensamiento y conciencia. Separación del Estado y de la Iglesia.
V.- Reforma agraria con parcelación de latifundios.
VI.- Reformas sociales al nivel de los Estados capitalistas más avanzados.
Que nadie vea en la solemne declaración de nuestra coincidencia en estos puntos básicos ningún debilitamiento de nuestros ideales particulares. Es la dura experiencia de estos últimos años la que nos dicta hoy nuestro deber, como un imperativo avasallador, dolorosamente convencidos de la inanidad de plantear todo programa máximo sin la previa incorporación de España a la corriente de los pueblos libres, pues solo la nueva legalidad puede hacer compatible el desarrollo civilizado de las luchas políticas con el constante crecimiento de la cultura y la riqueza públicas.
Conscientes de nuestro deber histórico, hacemos, pues, un fervoroso llamamiento a los hombres de buena voluntad de Cataluña y de toda España para que confluyan en sus esfuerzos por la instauración de la República Democrática.
Esta es ahora nuestra palabra, solo condicionada por la urgencia de las circunstancias. Si nuestra voz no encuentra el eco cordial que aspiramos a concitar, nos sentiremos desligados de nuestro compromiso. Pero la responsabilidad de los acontecimientos futuros caería sobre otros.
Barcelona, marzo de 1930.
J. Aleu, J. Aiguader i Miró, Gabriel Alomar, J. Alsamora, Amadeu Aragay, Martí Barrera, Domènec de Bellmunt, Amadeu Bernadó, E. B. de Quirós, A. Borrás, Vicens Botella, R. Caballería, R. Campalans, Joan Casanelles, Joan Casanoves, F. Cases i Sala, C. Comeron, P. Comes i Calvet, Lluís Companys, Pere Foix, J. Fronjosà, Eladi Gardó, L. Gelabert, E. Granier-Barrera, Conrad Guardiola, Ot Hurtado, Edmond Iglésies, J. Jover, E. Layret, J. Lluhí i Vallescà, Marfull, L. Martínez, Josep María Massip, J. Mateu, J. Mies, A. Moles i Caubet, A. Montaner, F. de Muntanyà, J. Murtra, J. Mussoles, L. Nicolau D’Olwer, Joan Ors, J. Peiró, J. L. Pujol i Font, A. Roca, Cosme Rofes, A. Rovira i Virgili, Ángel Samblancat, M. Serra i Moret, Carles Soldevila, D. Trilles, T. Tusó, J. Valentí i Camp, Abel Velilla, J. Ventalló, J. Viadiu, S. Vidal, J. Viladomat, A. Vilalta Vidal, Joan B. Vives y Josep Xirau.

31 de diciembre de 2013

Diferencias entre la CNT del interior y del exilio en 1945

Entre los días 1 y 12 de mayo de 1945, mientras Berlín caía en manos de los ejércitos aliados y el fascismo se desmoronaba en toda Europa, salvo en la Península Ibérica, se reunía en París, la ciudad a cuya liberación tanto habían contribuido, los delegados de la CNT en el exilio, convocados para un Congreso de Federaciones Locales, que recibió noticias y acuerdos del exilio mejicano y una delegación del interior. En ese comicio se pusieron de manifiesto las agudas diferencias entre la mayoría de los militantes del interior, que consideraban que las circunstancias excepcionales de la Guerra Civil no habían terminado, y que sostenían la necesidad de colaborar con los gobiernos republicanos en el exilio, y los afiliados del exilio, que opinaban que terminada el conflicto bélico fratricida, la CNT debía de volver a sus postulados clásicos de oposición a la acción parlamentaria y gubernamental que, además, en este caso se manifestaba inoperante. Más aún cuando los compañeros del exilio intuían, y tenían las primeras referencias, de lo que los gobiernos de unidad estaban representando en los países recién liberados del yugo fascista. Ya publicamos el acuerdo de la CNT en el exilio de septiembre de 1945 donde explicaba su postura, y ahora reproducimos los documentos que se cruzaron con motivo del Congreso y que prueban las profundas diferencias entre una y otra postura, que desembocaron en la ruptura del Movimiento Libertario español dentro y fuera de las fronteras hispanas.
Mitin de la CNT en Toulouse en 1947
 
De los compañeros de España, sin que hubiera tiempo de que ellos conocieran los acuerdos de la Plenaria extraordinaria, recibimos el cable que reproducimos:
Designados Horacio Prieto, José Leiva, representación Gobierno Giral. Rogamos transmitáis interesados siguientes instrucciones: Leiva antes de abandonar Francia ultimar gestiones delegación conjunta Alianza democrática cerca Junta Liberación, cerca Gobierno francés, confirmar extremos entrevista, delegación francesa recabar apoyo concreto Movimiento Resistencia española. Sobre instrucciones este Comité comunicar mediación Comité Francia, resultados próxima designación sustituto Leiva delegación conjunta Alianza común carecemos Leiva Prieto entrevista sobre instrucciones este Comité. Salida inmediata Prieto México. Salida Leiva tras gestiones delegación Alianza Francia. Siguen instrucciones escritas. Comité, Secretario. España, 3 de octubre" [de 1945].

Gestiones para localizar a los compañeros Leiva y al delegado del Comité Nacional de España: habíamos dirigido al Comité Regional de París este telegrama.
Texto: averiguar paradero París compañero Leiva y el otro delegado de España. Stop. Requeridles para que se personen en este Comité Nacional Francia urgente. Precisa conozcan instrucciones de España. Saludos. Comité Nacional. Francia. Secretario Esgleas. Toulouse. 6-10-45".

Al saber la presencia del compañero Leiva en Toulouse, se le mandó la carta que aquí reproducimos:
"Toulouse 4 de octubre de 1.945.
A los compañeros Leiva y delegado efectivo del Comité Nacional de España.
Estimados compañeros:
Con el fin de saber concretamente si uno de vosotros acompañara a los delegados de este Comité Nacional que irán a España dar cuenta de los acuerdos de nuestra reunión Plenaria extraordinaria del Comité Nacional, que os son conocidos, os requerimos para que con la máxima urgencia y antes de que se consuma el hecho de la posesión de los cargos de ministros en el Gobierno, os personéis en este Comité Nacional para celebrar una entrevista y concretar sobre este extremo.
Tenemos instrucciones de los compañeros de España que interesa que os demos a conocer y que lo haremos al mismo tiempo por lo que se hace más apremiante vuestra presencia.
Con un saludo fraternal, queda vuestro y de la causa libertaria. Por el Comité Nacional del M.L.E. en Francia el Secretario".

Al personarse en el domicilio del Comité Nacional el compañero Leiva; se le dio la carta cuya copia se reproduce y la copia del cable llegado de España últimamente, cuyo texto es el que consta aquí reproducida con anterioridad. El de la carta dice así:
"Toulouse 5 de octubre de 1.945.
Compañeros José Leiva y delegado efectivo del Comité Nacional de España. Estimados compañeros:
Os incluimos copia de un cable recibido de España, confirmándoos nuestros comunicados anteriores y reiterándoos subsisten acuerdos de la última Plenaria del Comité Nacional del Movimiento Libertario C.N.T. en Francia que ya os son conocidos.
Os saluda fraternalmente. Por el Comité Nacional del M.L.E.-C.N.T. en Francia el Secretario".

También se ha dado cuenta al compañero Horacio Prieto en los mismos términos.
A la lectura del cablegrama, el compañero José Leiva manifestó que no le cabía ninguna duda y que, simbólicamente, se consideraba ya integrado al Gobierno Giral.
Se le solicitó que diera una respuesta por escrito y reproducimos a continuación la carta de él recibida, que dice así:
“Toulouse, 11 de octubre de 1.945.
Al Comité Nacional del M.L.E. en Francia.
Estimados compañeros:
Acuso recibo del telegrama del Comité Nacional del Movimiento Libertario en España, pasando inmediatamente a cumplimentar cuantas instrucciones se consignan en el mismo. No puede caber ya la menor duda en cuanto a la posición contundente de España en lo que se refiere a la colaboración política, y el retardo en cumplimentar por vuestra parte las orientaciones del Interior causará hondísimo daño a nuestro Movimiento. Me atrevo a sugeriros que una dimisión vuestra, resignando en España la responsabilidad por las decisiones adoptadas evitaría el grave peligro de una escisión.
Esperando de vuestra indudable cordura decisiones que fortalezcan nuestro vigor orgánico, independientemente de que en su día examine nuestra conducta general, os saluda libertariamente.
Por la delegación del Comité Nacional de España en el Exterior. José E. Leiva”,

A esta carta el Comité Nacional del M.L.E.-C.N.T. en Francia, ha dado la siguiente respuesta:
“Toulouse, 12 de octubre de 1.945.
Al compañero José E. Leiva, Delegado del exterior del Comité Nacional de España.
Acusamos recibo de la tuya 11 del actual y sentimos profundamente que la cordura en ella invocada, no haya inspirado tu determinación. Conociendo debidamente los acuerdos de la Plenaria extraordinaria del Comité Nacional de Francia, no has esperado a que se consultara a los núcleos del exilio, ni siquiera que se consultara a la Organización de España, para que esta te diera instrucciones definitivas.
Aparte lo que recae sobre los compañeros de España al decidir participar en el Gobierno, la responsabilidad tuya personal al producir un hecho de tan grave consecuencias para el Movimiento, es inmensa. Nosotros, las declinamos todas para quien no ha sabido interpretar el espíritu responsable y conciliador de los acuerdos de la reunión Plenaria extraordinaria.
El M.L.E. y la C.N.T. están unificados siempre en lo que es básico y fundamental a través de los acuerdos de sus Congresos regulares. A ellos nos debemos todos los compañeros de España y los del exilio. Precisamente para intensificar la lucha contra Franco y Falange para conseguir y afianzar la libertad del pueblo español, el Movimiento Libertario Español C.N.T. en Francia ha reafirmado principios y tácticas.
De la unidad del Movimiento Libertario en Francia la más firme expresión está en los acuerdos en el Congreso de Federaciones locales de París, tomados por unanimidad, y es el respeto a los mismos lo que mejor la garantiza.
Es el Movimiento Libertario C.N.T. en Francia, el que ha fijado una posición por estimar que ella corresponde al interés supremo de la C.N.T. y del M.L.E. y al del pueblo español y la conducta de este Comité Nacional, estatuido de la confianza del M.L.E.-C.N.T. en Francia, a ella se ajusta fielmente.
Por estima, por respeto y consideración al propio Comité Nacional de España, al que te debes, creemos no debías haber tomado la determinación sin antes haberlo consultado. Esta consulta es la que hacemos nosotros y deseamos que por parte del Comité Nacional de España y de la Organización de allá sea correspondida.
El M.L.E.-C.N.T. en Francia y este Comité seguirán manteniendo la más estrecha relación con el Comité Nacional y la Organización de España, porque siempre se sentirán vinculados al Movimiento Libertario Español y a la C.N.T. y no regatearán esfuerzos para ayudar en todo lo que nos es común. Es así como entendemos se fortalece nuestra Organización y como este Comité Nacional cree cumplir con su deber.
Te saluda fraternalmente por el Comité Nacional del M.L.E.-C.N.T. en Francia.
El Secretario”.

Finalmente el Comité Nacional del M.L.E.-C.N.T. en Francia, juntamente con las actas y acuerdos de la reunión Plenaria extraordinaria y de la carta acompañadora, también envía al Comité Nacional de España la carta que reproducimos.
“Al Comité Nacional de España.
Estimados compañeros:
Acompañando a las actas de la reunión Plenaria extraordinaria y los acuerdos tomados, adjuntamos copia de algunos comunicados y cartas cruzadas y entre ellas la dirigida por el compañero José E. Leiva, Delegado del Comité Nacional de España en el exterior, a este Comité Nacional del Movimiento Libertario-C.N.T. en Francia y de nuestra respuesta.
Queremos creer que la carta del Compañero José E. Leiva, corresponde más a un criterio personal que al de ese Comité Nacional, que no ha sido consultado.
Una vez más os pedimos examinéis el problema planteado por vuestra decisión de nombrar ministros que representen a la Organización en el Gobierno con todo sentido de responsabilidad fijo el pensamiento en los intereses supremos del M.L.E. y de la C.N.T., en los del pueblo español, y que antes de decir vuestra palabra definitiva consultéis a los compañeros de la Organización de España y a los núcleos responsables del Movimiento Libertario en el Exilio.
Esperamos tendréis en cuenta que el M.L.E. en Francia tiene más de 35 mil afiliados en su mayoría también militantes de solera confederal y libertaria de reconocida solvencia y que dentro del Movimiento libertario Español organizado hoy en día en el mundo es representación mayoritaria. No podéis olvidar que el M.L.E.-C.N.T. en Francia ha discutido ampliamente y con toda libertad, en las asambleas de las Federaciones Locales lo que se refiere a la intervención del M.L.E. y de la C.N.T. en el Estado y en el Gobierno y que ha reafirmado unánimemente en el congreso de Federaciones Locales de París, los principios y las tácticas de la C.N.T. y del M.L.E.
No creemos que la presencia de la C.N.T., ni de la U.G.T. en el Gobierno Giral represente una garantía desde el punto de vista jurídico internacional para facilitar el reconocimiento de las potencias Democráticas, puesto que da el mismo Gobierno Giral una significación extraparlamentaria y que se sale del marco estricto de la constitución de la República Española. La caída de Franco y de Falange no puede precipitarla la presencia de la C.N.T. en el Gobierno Giral, sino la obra conspirativa activa en el interior, la presión diplomática y el boicot económico y moral internacional. La conquista positiva de posiciones únicamente pueden realizarla la C.N.T. y el M.L.E. alejados de todo compromiso de poder.
Sin desconsideración alguna para la Organización de España y sin negarle ninguna prerrogativa, nosotros pensamos que es una cuestión tan fundamental no puede determinarse ni decidirse en nombre de la C.N.T. y del M.L.E. sin consultar al conjunto del Movimiento.
Reiteramos una vez más que nuestro deseo es el de mantener la más estrecha relación con la Organización de España y con ese Comité Nacional y de ayudaros tanto como sea posible en todo lo que pueda hacerse en bien del Movimiento para derrocar a Franco y consolidar las libertades del pueblo español.
Con la confianza de que el sentir del M.L.E.-C.N.T. en Francia será recogida debidamente por parte del Comité Nacional y de la Organización de España y rectamente interpretado, con un saludo fraternal, queda vuestro, de la C.N.T. y de la causa libertaria.
Por el Comité Nacional del M.L.E.-C.N.T. en Francia.
El Secretario, Germinal Esgleas.
12 de octubre de 1.945”.