Noticia de la detención de Pedro Vallina, Ahora, Madrid, 23 de julio de 1931 (Archivo La Alcarria Obrera)
La historia del anarquismo español está entreverada por la biografía de una amplia nómina de hombres y mujeres excepcionales, que de haber aceptado las convenciones sociales y de haberse acomodado a la ideología dominante habrían sido reconocidos públicamente como figuras de extraordinario talento en tantos campos del conocimiento y de la creación artística. Una de estas personalidades es Fernando Tarrida del Mármol, científico, escritor, periodista, publicista y hombre de acción en el anarquismo español a caballo entre dos siglos. Sin embargo, los datos que de él se conocen y repiten son siempre escasos, por eso reproducimos un artículo escrito por Miguel Utrillo en la barcelonesa La Calle, que se titulaba revista gráfica de izquierdas, en su número del 17 de agosto de 1931.
La detención del doctor Pedro Vallina, alma del movimiento de Andalucía, evoca en nuestra memoria la figura de su gran amigo y protector en Londres, el famoso anarquista Fernando Tarrida del Mármol (Leslimay), corresponsal que era en Londres del Heraldo de Madrid cuando también colaboraba en este periódico Fermín Salvochea, en Madrid, y Luis Bonafoux, desde París, ambos también amigos de Vallina.
La historia de Fernando Tarrida del Mármol ocupó, y aún, a veces, ocupa, el primer plano de los comadreos mujeriles de mi pueblo de adopción, Sitges. Su nombre y su recuerdo aún perduran en ciertas mentes exaltadas y aún hoy, al sonar su nombre, muchos repiten los dicterios de antaño. Claro está, que no saben lo que dicen; pero así y todo, no podemos nosotros tolerar ciertas intervenciones y defendemos la figura, para nosotros interesantísima, de Fernando Tarrida del Mármol.
Y que conste, que no es que nosotros seamos anarquistas ni anarquizantes, no. Lo que nos pasa, es que lo mismo defendemos la verdad tratándose de un revolucionario cien por cien, que pondríamos nuestra pluma al servicio del Santo o de la Santa tal o cual. Con la misma imparcialidad, trataríamos las dos cosas. Ahora, que a ser posible, preferiríamos tratar lo primero. Es, a veces, mucho más interesante y útil.
Fernando Tarrida del Mármol, nació en La Habana el año 1861, de padres ricos, que a poco se trasladaron a España, estableciendo en Sitges una fábrica de calzado de las primeras que hubo en España.
Tarrida, al que familiarmente se le llamaba “Chico”, estudió primero en un colegio que había en San Gervasio, de Barcelona, llamado Isabel la Católica. A ese colegio iban los hijos de la gente acomodada, y tenían el privilegio, los que estudiaban en él, de poder usar el uniforme de guardia marina, con derecho a usar sable y todo, y además entrar en la Escuela Naval sin examen previo. Tarrida del Mármol, siempre llevaba el uniforme. Una vez, ya mayor, lo explicaba a un amigo suyo y le decía: “Ha sido la única vez en mi vida que he hecho el tonto públicamente…”.
Después que hubo dejado este colegio, su familia lo envió dos o tres años en un Liceo Francés, creo que de Toulouse. Pasados ya los primeros estudios, entró en la Universidad de Barcelona, hacia el año 1880, figurando a la cabeza de las juventudes más avanzadas, con gran enojo de su familia, la cual, burguesa que era, después de muchas amenazas, terminó no enviándole más dinero.
Tarrida del Mármol no cedió. Era un gran espíritu, y triunfó. Vivía estrechamente, y ganaba algún dinero dando lecciones a sus amigos universitarios y haciéndoles los ejercicios escritos. Esta fue una de las épocas más desgraciadas que Tarrida pasó, la época de la continua lucha, de la continua superación. Tarrida estaba ya en pleno campo anarquista, y poseía aquella gran cultura que tanto le sirvió.
Cansado ya de lucha y de sufrimientos, se trasladó a París, estudiando en la Escuela Politécnica, en donde conoció y tuvo íntima amistad con hombres que luego tanta notoriedad alcanzaron, entre ellos Barthou, futuro hombre de Gobierno.
En París, hacía una vida de completa actividad. Tomaba parte en Congresos y reuniones anarquistas, y era el representante de los grupos españoles, tan abundantes en aquella época. En París fue donde conoció a las primeras figuras del anarquismo internacional. Era ya ingeniero industrial y hablaba y escribía correctamente francés, inglés y alemán. Aparte de eso, era un gran orador, y tenía una voz semidébil, lo que le hacía, según gentes que tuvieron la suerte de oírlo, sumamente simpático.
En España fue un propagandista activísimo. Tomaba parte en todos los mitins que se organizaban y era colaborador asiduo de infinidad de revistas ya fuesen doctrinales, ya científicas. Logró varios premios en certámenes literarios, sufriendo varios encarcelamientos con motivo o con pretexto del 1º de Mayo, a pesar de la gran influencia política de su familia.
La Policía, a raíz de la redada que hizo de anarquistas por el atentado de “Cambios Nuevos”, le encarceló también, pero pronto le dieron libertad, debido no a la influencia de su familia, sino a que el padre del que firma este artículo y el gran Rusiñol, declararon que cuando estalló la bomba, Tarrida iba con ellos en el tren camino de Barcelona y que al llegar a Sans, la bomba había estallado ya. Es esta anécdota bastante interesante, y la refutación de aquella falsa versión de una mala intervención en la bomba que atribuyen al gran Tarrida. Hay que hacer resaltar que durante los días que estuvo preso, lo fue con sus amigos Urales y Lorenzo.
Una vez en la calle, Tarrida del Mármol escapó otra vez a París, en donde inició una violentísima campaña de denuncias a las autoridades y al Gobierno español por las atrocidades cometidas en Montjuich, denuncias que más tarde formaron un libro que si no recordamos mal se titulaba Los inquisidores españoles.
Fue expulsado por sus campañas, sucesivamente de Francia, Bruselas, Lieja y Amberes, teniendo que refugiarse en Londres, de donde ya no volvió a salir más, salvo unas pequeñas escapatorias que hacía, ya fuesen para venir de incógnito a su antiguo pueblo de adopción, ya para viajar por diferentes y para él desconocidos países.
En Londres vivió en amistad estrechísima con el príncipe Kropotkin, con Malatesta, con Federico Urales, en una palabra, con todos los anarquistas allí refugiados. Uno de éstos eral el actualmente confinado en Cádiz, doctor Vallina, el cual vivió ocho años en Londres e hizo con Tarrida del Mármol un drama titulado La bondad, del cual sólo se tiene un débil recuerdo.
Desde Londres, Tarrida del Mármol escribía en francés y en inglés crónicas científicas y literarias para La Dèpeche de Toulouse, L’Intransigeant de París, Le Temps de París y el Daily Mail de Londres, aparte de la corresponsalía del Heraldo de Madrid, al cual enviaba crónicas telegráficas.
Una cosa que es interesante, y que demuestra el talento de Tarrida del Mármol, es que durante la guerra del Transvaal publicó en el Daily Mail unas crónicas de guerra que le valieron infinidad de felicitaciones y la oferta de la dirección del periódico, que no quiso aceptar, alegando “que un anarquista no puede nunca moverse de un segundo lugar, cuando no sea para una acción revolucionaria”. Otra cosa interesante también fue su nombramiento de catedrático de la escuela de ingenieros navales, sin previa oposición.
Vivió tranquilo dentro de una semiholgura, pudiendo vivir en un plano muy superior; quiso mucho a los suyos, buen anarquista como era; nunca cedió en lo más mínimo en el campo de los ideales; tenía un corazón y un talento más que grandes, lo cual hizo que al morir, en 1915, todo el mundo sintiera su muerte y los anarquistas perdiesen a una de sus más interesantes figuras. Su muerte no pasó en vano, y tanto en los demás países, como en España, se le rindieron unos últimos y cariñosos recuerdos.
Merece especial mención la labor de Federico Urales, que recogió y publicó numerosos artículos suyos ya en su Revista Blanca, ya en otras publicaciones. Últimamente publicó sus celebrados Problemas trascendentales, lo que le valió muchas felicitaciones, a las cuales ahora, de paso sea dicho, incluimos la nuestra sincerísima de hoy, al recordar la figura interesantísima de aquel gran hombre que en vida se llamó Fernando Tarrida del Mármol, que aún a veces ocupa el primer plano de los comadreos mujeriles de mi pueblo de adopción.
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