Programa de Fiestas de la Academia de Ingenieros, Guadalajara, 1926 (Archivo
La Alcarria Obrera)
Manuel de Luxan García fue un
ingeniero militar formado en la Academia de Guadalajara en los últimos años del
siglo XIX y que mostró una notable preocupación por las nuevas ideas y las
teorías sociales más avanzadas. Ya en La
Alcarria Obrera reproducimos el prólogo a su libro Higiene de la construcción, una interesante obra, premiada por su relevante
contenido en un concurso nacional y que fue publicada en la capital alcarreña, y
ahora añadimos un nuevo texto del mismo autor que nos parece igualmente
significativo. Fue publicado en la Revista
Antiesclavista, que se definía como órgano de la Sociedad Antiesclavista Española,
en 1894. En el texto se hace un repaso crítico de las vías de colonización del
continente africano emprendida por las potencias europeas y se optaba por unas
relaciones basadas en el desarrollo de las poblaciones indígenas por medio de
la instrucción, lo que, en opinión del autor, sería más beneficioso para que las
metrópolis ejerciesen su influencia sobre los territorios colonizados y, al
mismo tiempo, se dificultase la sobreexplotación y la esclavitud de los
nativos. Una opción a favor de la educación que no era muy común en los
militares españoles de la época, pero que resulta interesante en un oficial que
era en esos años jefe del Negociado de Academias Militares en el Ministerio de
la Guerra.
ALGUNAS
IDEAS MÁS SOBRE LA EDUCACIÓN Y LA
INSTRUCCIÓN COMO PROCEDIMIENTO ANTIESCLAVISTA
La importancia que, en nuestro concepto, tiene el
problema de la educación é instrucción como medio civilizador y, por tanto,
antiesclavista, hace que nos permitamos hoy extendernos en algunas
consideraciones relativas á tan interesante asunto, con el que ya tuvimos la
honra de ocupar algunas páginas de esta publicación.
Variados y conocidos son los medios de establecer el enlace
entre los países civilizados y los que todavía no han conseguido esta ventaja,
siendo los principales la acción militar, las misiones, los trabajos de
exploración y la acción comercial. Todos contribuyen al fin común; pero todos
tienen inconvenientes que entorpecen su acción y les quitan eficacia en el
concepto especial que nosotros consideramos. Indicaremos á la ligera estos
inconvenientes.
1° La acción militar.-
Presenta al pueblo civilizado como opresor del que no lo está, y, por
tanto, todas las costumbres de aquél parecen á éste repulsivas, apartándose de
ellas por espíritu de independencia. La cultura que ha de difundirse encuentra,
por tanto, un obstáculo en esa resistencia pasiva, inconsciente, propia del más
débil, exasperada muchas veces por los abusos del conquistador, que, en algunos
casos, somete al pueblo nuevo á vejaciones no exigidas por razón de guerra; por
otra parte, la actual situación de las naciones europeas con algunos graves
problemas que resolver que pueden producir entre ellas la guerra con sólo la
presencia de un pretexto capaz de romper el equilibrio difícilmente sostenido;
y las dificultades de presupuesto, que son un verdadero obstáculo á todas las
empresas de resultado dudoso, hacen muy difícil que las referidas naciones, desatendiendo
sus preocupaciones interiores y las exteriores próximas, acometan expediciones
que, por el momento, producirían considerable gasto, y cuyas ventajas para el
porvenir serían problemáticas.
2° Las misiones.- Importante ha sido su obra
civilizadora, pues al par que la fe han difundido la cultura y la instrucción; pero
también necesitan luchar con el fanatismo que por sus creencias tiene el pueblo
nuevo, fanatismo que en tan repetidos casos ha hecho rechazar en absoluto las ideas
hasta entonces desconocidas sacrificando á sus sostenedores, como lo prueba el
considerable número de mártires que han perecido en apartadas regiones.
Respecto al misionero, la cultura y la instrucción que difunde aparecen unidas al
trabajo demoledor de las creencias religiosas del pueblo que ha de educarse, y
éste, aferrado á las referidas creencias, que tienen para él el prestigio de la
tradición y de la costumbre, resiste la obra civilizadora por el pronto, en tanto
que poco á poco se convence de sus legítimas ventajas.
3° Los exploradores.- Pueden considerarse como las avanzadas
de la civilización, y, sin negar su efectiva influencia, debe considerarse
realmente su trabajo como un reconocimiento que establece los jalones en que han
de apoyarse ulteriores empresas. El conocimiento del país y el de los pobladores,
las ideas respecto á sus costumbres, aunque sean incompletas, indican el camino
que debe seguirse después para conseguir de un modo permanente fines
civilizadores.
4° La acción
comercial.- Se ejerce con un objeto preciso, y por tanto tiene un efecto
limitado; se extiende generalmente sólo á las comarcas del litoral ó á las más
próximas; pues el comercio con el interior, en una u otra forma, se hace por
los naturales, y por tanto no es vehículo suficiente de las ideas. La cultura,
que podría producir la presencia de objetos nuevos indispensables para la
satisfacción de nuevas necesidades, no se realiza, porque el comercio, como es
natural, sólo lleva aquellos que se cotizan en el mercado.
Ante esta ligera revista de los diferentes medios de
establecer un íntimo contacto con el país, se comprende que todos los medios de
conseguirlo han de ser lentos, si se pretende que sean eficaces, porque la
transformación de las ideas se hace muy paulatinamente, como se demuestra en la
historia, si examinamos de un modo detenido su laboriosa elaboración y la
resistencia que la humanidad ha tenido siempre á abandonar las antiguas, hasta
nos atreveríamos á decir que aun después de haberse convencido de su falsedad ó
ineficacia.
También se deduce que el medio más directo de llegar al
fin consiste en acometer directamente la empresa de modificar el modo de pensar
de los naturales, dándoles á conocer la verdad con la educación y la
instrucción, idea que ya indicamos en otro artículo, proponiéndonos en éste
detallar algo más cuál es, en nuestra opinión, el carácter que debe tener esta
educación y esta instrucción.
En primer lugar, el trabajo, sin
dejar de ser instructivo debe de un modo primordial ser educativo, dando
marcada preferencia á este segundo aspecto sobre el primero. Debe encaminarse
especialmente al elemento joven de la población, porque en las inteligencias
que se abren a la vida tienen menos raíces las preocupaciones y los prejuicios sobre
asuntos determinados, siendo más fácil convencerles de la verdad y bondad de
los medios que en la vida emplea el mundo civilizado.
El período de la educación de los naturales conviene
subdividirle en dos partes: una primera, en que ocupen establecimientos especiales
que les faciliten la primera cultura, pudiendo después algunos pasar á los
centros de enseñanza de carácter general. La educación é instrucción del
establecimiento primero debe ser rápida, y empleando en ella el método cíclico
intensivo; de este modo, en cualquier momento que el alumno deje de asistir y
regrese á su país, posee una serie de conocimientos útiles que constituyen siempre
un conjunto, y que sucesivamente se van perfeccionando si permanece más tiempo.
Dentro de este método será muy útil la enseñanza mutua.
En los referidos centros no conviene pretender que se facilite
una enseñanza científica especulativa, sino realmente práctica y humana,
apropiada á los usos de la vida de un pueblo que todavía tiene pocas
necesidades y muy escasos medios de satisfacerlas. Si adquirida ésta algunos individuos
demuestran aptitudes y aficiones á estudios más profundos, entonces será
ocasión de que los emprendan; pero, naturalmente, resultará un número corto el
de aquellos que extiendan su instrucción hasta tales límites.
Los centros educativos á que nos referimos deben
establecerse en los puntos civilizados del litoral africano y en el litoral
europeo, y procurarse facilitar aliciente que los haga agradables y aumente la
demanda de ir á ellos, haciendo que permanezcan allí poco tiempo los africanos
y se renueven continuamente, con el fin de que se produzca una corriente
continua de ideas civilizadoras que penetren en el país por el vehículo de sus
mismos naturales.
La educación é instrucción deben ser perfectamente armónicas,
llevando á la par el desarrollo de la inteligencia y la educación física, enlazando
continuamente los conocimientos fundamentales de orden científico y los
ejercicios que desarrollen el cuerpo, teniendo en cuenta, para estos últimos,
que conviene se encaminen á la adquisición de un oficio útil después, cuando regresen
á su país, y que es asimismo conveniente que el ejercicio se desarrolle al aire
libre cuando sea posible.
Estos principios, ciertos siempre y necesarios, lo son
aún más en el caso que tratamos, en que, acostumbrado el alumno á una vida de libertad,
le sería enteramente repulsivo todo conocimiento que se le tratara de enseñar,
encerrándole y cohibiendo su voluntad de un modo exagerado, pues no debemos
olvidar qué en el problema complejo de la educación é instrucción es
indispensable contribuyan por igual al fin propuesto el maestro y el discípulo,
pues de nada servirían los esfuerzos de aquél, si éste no se encuentra en condiciones
de asimilarse las ideas que se le enseñan, ó le son repulsivas por la forma y
circunstancias en que se le exponen.
En cualquier época en que, abandonando las escuelas, volviesen
los naturales á su país, no debería considerarse cumplida la misión que nos
habíamos impuesto, pues sería preciso ejercer todavía sobre ellos una especie
de patronato, facilitándoles herramientas para el trabajo que hubieran aprendido,
y aun algunos materiales, y conservando después las relaciones, que servirían para
establecer y aumentar el enlace con el interior.
De esta corriente civilizadora, si se estableciese de un
modo conveniente, nos atrevemos á esperar que habrían de alcanzarse resultados
seguros, aunque siempre lentos, como naturalmente han de serlo todos los que tiendan
á modificar el modo de ser de un país, que sólo se consigue con alguna estabilidad,
modificando poco á poco el modo de pensar y el modo de sentir de su población.
MANUEL DE LUXÁN Y GARCÍA, Ingeniero
militar
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